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Un poco atrevido

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Gracias a Jesús, podemos llegar a la presencia de Dios y pedirle lo que necesitamos, incluso cuando parezca atrevido.

Y se acercó Abrahán y le dijo: «¿Acaso vas a destruir al justo con el injusto? Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Acaso destruirás ese lugar, y no lo perdonarás por los cincuenta justos que estén allí adentro? ¡Lejos sea de ti hacer morir al justo con el impío, y tratar al justo como al impío! ¡Jamás hagas tal cosa! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no debe hacer lo que es justo?» El Señor respondió: «Si dentro de la ciudad de Sodoma encuentro a cincuenta justos, por ellos perdonaré a todos los que estén allí.»” – Génesis 18:23-26

¿Alguna vez tu hijo se ha hecho el atrevido contigo? Los vietnamitas tienen un proverbio: “¡La lluvia cae para arriba!” Lo dicen cada vez que un niño tiene la audacia de corregir o negociar con sus mayores. Significa: "Estás saliéndote de tu lugar, estás siendo demasiado atrevido".

En el texto de hoy vemos a Abraham haciendo lo mismo con el Señor Dios… ¡y Dios no solo lo permite, sino que incluso lo alienta! Un poco antes, en Génesis 18:17, Dios mismo inicia la conversación, diciéndole deliberadamente a Abraham que está a punto de destruir las ciudades de las llanuras: “¿Acaso voy a ocultarle a Abrahán lo que voy a hacer?”.

Dios sabe muy bien que Lot, el sobrino de Abraham, vive en Sodoma, por lo que le tira esa información y Abraham muerde el anzuelo y, con mucho respeto, regatea con Dios: primero con cincuenta justos, luego cuarenta y cinco, luego cuarenta, luego treinta y así sucesivamente, hasta que Dios finalmente dice: "Aun por esos diez, no la destruiré" (Génesis 18:32b).

Abraham debe haberse sentido aliviado. ¡Seguramente la casa de Lot suministraría a las diez personas justas! Lamentablemente, no sabía cuán profundamente había corrompido Sodoma a la familia de su sobrino. Pero, a pesar de que no se encontraron diez justos en Sodoma, Dios honró el espíritu de la petición de Abraham y rescató a sus parientes de la ciudad.

Abraham fue muy audaz, incluso un poco atrevido e insolente al hablarle de esa manera al Señor del cielo y de la tierra. Sin embargo, esto nos dice algo valioso sobre la relación entre Dios y Abraham: su relación estaba basada en el amor y la confianza y no en el miedo. Es por eso que Abraham tuvo el coraje y la audacia de hablarle así a Dios.

Mi hijo puede hablar de esa manera con su padre porque sabe que su padre lo ama, porque confía en que su padre no se va a ofender. Dicho de otra manera: porque se siente seguro con su padre. Abraham también se sintió seguro con Dios. Confiaba en que Dios no se iba a enojar y que mostraría misericordia para con él y su sobrino.

¿Qué pasa con nosotros? Nosotros también tenemos esa relación con Dios. Somos sus hijos por adopción a través de Jesús, nuestro Salvador. Y así, cuando lo necesitamos, podemos llegar audazmente a la presencia de Dios y pedirle lo que necesitamos, incluso cuando parezca atrevido. Después de todo, él es quien sufrió, murió y resucitó por nosotros. Él nos tratará con misericordia y amor.

ORACIÓN: Querido Señor, ayúdame a confiar en ti lo suficiente como para pedirte lo que necesito, incluso cuando parezca atrevido. Amén.

Para reflexionar:

1. ¿Qué aprendes de Dios con respecto al pecado de Sodoma y Gomorra?

2. ¿Qué aprendes de Dios a partir de la súplica constante de Abraham?

Por: Dra. Kari Vo

 

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