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Un edificio nuevo

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Gracias a la fe en Jesús, podemos tener la certeza de que cuando nuestros cuerpos terrenales dejen de existir, todo va a estar bien.

Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas. – 2 Corintios 5:1

El 20 de junio del 2009, el mundo recibió la noticia que un sarcófago de mármol blanco había sido desenterrado de debajo de la Basílica de San Pablo, ubicada afuera de los muros de Roma. Más importante aún, el féretro todavía contenía algunos huesos.

Para muchas personas esa información fue muy importante. ¿Por qué? Porque durante muchos siglos, la tradición ha dicho que el apóstol Pablo, quien fuera decapitado en el siglo uno, había sido enterrado en ese lugar.

Al menos parte de él, pues supuestamente su cabeza se encontraría en San Juan Lateran, otra basílica romana. Lo que nos lleva al tema de esta devoción, ya que probablemente a esta altura usted se esté preguntando: '¿Será que realmente son los huesos del apóstol Pablo?'

A lo que respondo que en realidad no lo sé. El resultado de los exámenes de laboratorio dice que esos huesos son del siglo uno o dos, pero eso es todo.

Lo que sí sé es que, si San Pablo pudiera regresar y hablar con nosotros por unos minutos, probablemente nos diría que no importa de quién son esos huesos... no, esperen, San Pablo ya nos dijo eso. El texto bíblico para hoy nos dice que cuando nuestros cuerpos terrenales dejen de ser, todo va a estar bien.

Gracias a la fe en Jesucristo, quien nos ha rescatado del pecado, de la muerte y del diablo, sabemos que la tumba no es nuestro destino final. Porque Cristo resucitó victorioso al tercer día, sabemos que nosotros también vamos a resucitar y recibiremos un cuerpo glorificado.

El día en que Jesús vuelva a juzgarnos, a quienes han depositado su fe en el Redentor Dios les va a dar un edificio, un cuerpo que perdurará para siempre.

Esas noticias fueron de gran consuelo para los primeros cristianos que enterraron a Pedro, a Pablo y a tantos otros mártires, y también son un consuelo hoy para nosotros. Los cristianos de todos los tiempos son bendecidos porque el Salvador ha logrado la victoria definitiva sobre la muerte.

ORACIÓN: Querido Señor, gracias a que Jesús vive, nosotros también viviremos. Ayúdame a no perder de vista el encuentro final con Pablo y con todos los que han muerto creyendo en ti. En el nombre de Jesús. Amén.

Por Pastor Ken Klaus

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