Imagina que sales a dar un paseo. El cielo está azul, el sol brilla, los pájaros cantan. O sea, todo va bien. De repente, la lluvia empieza a caer. Finamente al principio, pero cada vez con más y más fuerza. Y como es natural, no tienes paraguas, ya que el parte meteorológico no anunció nada parecido la víspera, justo después de las noticias de la noche. ¿Cuál sería tu primera reacción? Muy seguramente sería resguardarte lo antes posible de la lluvia para no acabar empapado(a). Esta experiencia desagradable nos pasó hace no mucho a Muriel (mi esposa) y a mí.

A veces en nuestras vidas es un poco la misma cosa. Todo va bien y, de pronto, la lluvia empieza a caer y la tormenta comienza a rugir. Esto puede ser debido a un problema de confianza con alguien, o a la pérdida de un empleo, etc. Cuando esas “lluvias tormentosas” acontecen, es necesario refugiarse en un lugar seguro.

Hoy me gustaría animarte a resguardarte en los brazos del Creador del universo entero (ver Salmo 121:2). Él creó las estrellas, moldeó la tierra, fijó los límites de los mares. Considera esto: Él formó las montañas, hasta las cimas más altas, las que tanto nos impresionan.

Este Dios es tu fuerza. Él es el que te lleva y te restaura. Tu socorro está en Él. Él es el abrigo más seguro de todos. Él no echa cabezadas ni duerme, sino que siempre te guarda (ver Salmo 121:4-5).

Tu esperanza está en Él. Tu fuerza está en Él. Puedes sobrellevar todo junto con Él.

¡Estoy de todo corazón contigo, querido(a) amigo(a)!

Gracias por existir, 

Eric Célérier