“Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos”, Romanos 14:7-8
Crecí en un ambiente no cristiano. Nunca vi el cristianismo manifestado en mis padres, por lo que no sabía nada sobre el cristianismo; ni tenía ningún interés por ello.
Mi esposa Judy fue salva por medio de un evangelismo puerta a puerta por la Cruzada Estudiantil Para Cristo. En honor a la verdad, en ese momento pensé: "Eso está bien. Si le ayuda, evita que esté fastidiándome y me deja hacer lo que quiera hacer".
Mucha gente compartió sobre Cristo conmigo después de eso; fui arrastrado hacia círculos cristianos debido a Judy. No importaba. Yo sólo quería tener éxito, que para mí significaba comprar las casas y los carros que quería.
La felicidad no viene de las cosas materiales. Así que, empecé a asistir a un estudio bíblico con Judy, pero fui en busca de errores, no de la verdad. Discutí sobre cada punto que era hecho, hasta que finalmente el profesor pidió reunirse conmigo en privado. Él me pidió que hiciera dos cosas: "Lee la Biblia, pregúntale a Dios si es la verdad, y si lo es, acéptalo; si no lo es, déjalo porque no es para ti. Y dos, no vuelvas a mi estudio bíblico. Eres una influencia disruptiva”.
Bueno, agarré la Biblia y la leí con una actitud diferente y acepté al Señor a los 32 años. Mi vida cambió desde ese momento. Me convertí en una persona diferente, que es lo que el Señor pide de todos nosotros.
¡Qué alegría es servirle a nuestro Dios!
¿Padre, soy la persona que tú quieres que sea?
Lectura Bíblica Diaria:
Génesis 4:1-6,8