Ninguna promesa eterna debería darnos más descanso que la de saber que seremos como nuestro salvador.

¿Ha notado alguna vez que sus oraciones se debilitan cuando tiene la conciencia culpable? La culpa hace que nos apartemos de la presencia de Dios en lugar de correr hacia él.

Una de las mejores cosas de la esperanza de la vida en el cielo que tendremos algún día es que vamos a ser puros y sin pecado para siempre. Nunca más vamos a agraviar o a decepcionar a nuestro Padre celestial. Nunca más sentiremos vergüenza ni culpa.

La Biblia dice en 1 Juan 3:2: “Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.” ¿Sabe qué? No puedo esperar a ser como Jesús. Estoy encantado de que mi cuerpo físico será restaurado de todo daño e imperfección. Y estoy aún más emocionado porque mi corazón, mi alma y mi mente también serán tan puros como los de Jesús.

En el cielo no le haré daño a nadie. En el cielo no voy a agraviar a mi Dios.