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Piedras preciosas

Description

Al igual que el diamante, llegar a ser una mujer virtuosa no ocurre de la noche a la mañana. Se necesita de tiempo y de un proceso de transformación.

“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”, Proverbios 31:10

¡Las piedras preciosas son el encanto de todas las mujeres! Aun los hombres conocen su valor.

La Biblia menciona muchas, como el ónice, berilo, esmeralda, carbunclo, etc. En el mercado, éstas tienen un costo extraordinario; sin embargo, comparadas con el diamante, son piedras corrientes. El diamante, siendo la más deseada de todas las piedras, está compuesto de un elemento extraordinariamente simple, el carbón. No obstante, a través del tiempo y producto de la temperatura y la presión, este carbón va tomando forma y belleza convirtiéndose en el conocido y apreciado diamante.

Proverbios 31:10 dice: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”. El valor que como mujer tenemos sobrepasa al de todas las piedras preciosas, cuando somos “virtuosas”. Al igual que el diamante, ser una mujer virtuosa no ocurre de la noche a la mañana sino a lo largo del tiempo, como resultado de ser sometida a las presiones y altas temperaturas de los problemas de la vida. Son las pruebas y el fuego las que van templando nuestro carácter y dándonos bellas formas, haciéndonos mucho más preciosas que el oro (1 Pedro 1:7).

Un carbón jamás podría alcanzar su belleza y valor sin ser sometido a los agentes del tiempo y calor, quienes lo transforman en una piedra valiosa y deseada. Así mismo, nosotras jamás podremos ser transformadas en una mujer digna de ser alabada (Proverbios 31:28, 30b) sin las aflicciones, dificultades y la disciplina correctiva de Dios.

Amadas, el deseo de Dios es transformarnos en piedras preciosas, pero no como el ónice, carbunclo u otra de las tantas que existen, sino en “una que sobrepase a todas” como la mujer virtuosa de Proverbios 31… en un diamante.

La próxima vez que sientas la dureza de la vida y el calor de la prueba, recuerda que Dios te está transformando en un diamante. Alégrate de estar en el taller del Maestro.

Oración: Padre amante, gracias por tu interés de que seamos más. Ayúdanos a resistir el fuego de las pruebas y alabarte en medio de ellas. En el nombre de Jesús, amén.

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