Pague sus impuestos con alegría
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Voy a admitir que soy un gruñón por los impuestos. Ya está. Lo he dicho y me avergüenzo. Tal vez usted también se ha quejado al diligenciar su formulario de impuestos. También, muchos israelitas del primer siglo estaban resentidos por los impuestos que les exigía roma. En una ocasión, los enemigos de Jesús trataron de utilizar ese sentimiento popular para llevarlo engañosamente a defender la evasión de impuestos.
“Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: —¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Entonces les preguntó: — ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: —De César. Y les dijo: —Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:18-21).
Me encanta ver los bosques nacionales y las áreas silvestres, conducir por las carreteras interestatales, disfrutar de la seguridad de unas fuerzas armadas poderosas, y confiar en un sistema judicial fuerte. ¿Por qué no estoy más dispuesto a asumir mi parte de lo que cuesta pagar todas esas cosas maravillosas? Sólo por egoísmo, supongo.