Oro parece... plata no 'soy'

El título de este artículo es una vieja adivinanza que me enseñaron de niña. Y esa vieja adivinanza describe exactamente cómo me sentí: “Oro parece… plata no ‘soy’”.

Defraudada de mí misma, batallando con qué pensaría la gente si me muestro vulnerable, si “descubren” que no soy tal vez todo lo que parezco. Que soy débil y no fuerte. Con defectos, no perfecta. En fin, humana. Y no obstante, di el paso, porque Dios habló a mi corazón de tal manera que si me quedaba parada en mi lugar estaría desobedeciéndole a él. Me expuse.

Pero no sabe bien el exponerse, quitarse las máscaras, revelar que no todo es color de rosa. Y el enemigo me lanzó toda clase de dardos acusadores y el temor paralizó me mente y mi corazón. Y mi primera reacción fue, como dicen, tirar la toalla. Porque ¿cómo hablar o escribir para otros, en nombre de Dios, cuando mi vida está llena de remiendos, de caídas y levantadas, de errores, de dudas? ¿Cómo animarte a ti cuando yo misma me desanimo?

Pero es cuando uno llega a ese punto que Dios hace mejor su obra, que revela su lado más tierno, el del Padre de amor. Y eso es lo que él quiere, que revele mi humanidad, porque “su poder se perfecciona en [mi] debilidad”. Como tantas otras veces, su Palabra se hizo viva para mí y penetró cortante a mi corazón, como el bisturí de un experto cirujano que hace una incisión para sacar lo que se dañó y dejarlo como nuevo. 

“Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea qué tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros…” (2 Corintios 4:6-7)

La luz de Dios brilla en nuestro corazón cuando lo abrimos y le dejamos entrar, y que lo llene con la gloria de Cristo. PERO ese tesoro está en una vasija de barro… nosotros. El barro es frágil, ordinario, nada de especial. Y solo se vuelve útil en manos de un hábil alfarero. ¿Lo puedes ver? Soy barro. Somos barro. Criaturas frágiles y ordinarias donde brilla la luz de Dios pero solo para reflejar que cualquier belleza, cualquier poder, cualquier victoria viene de Dios y no de nosotros.

Y eso fue lo que Dios me hizo ver. Exponer mi debilidad, dejar que el barro muestre sus grietas. Por esas grietas saldrá la luz de Cristo y se hará evidente a otros su gloria. El poder de Dios obra mejor en mi debilidad. Eso incluye exponer mis remiendos, dejar que se vea mi humanidad. Dejar que tú sepas que aunque oro parece… plata no soy. Pero aún así, Dios me ama y puede usar mi vida, si lo entiendo. Y eso se cumple en ti también.  

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