Las grandes oraciones

Un amigo mío, rico y con mucho amor por el Señor, está entusiasmado con la posibilidad de alcanzar a la gente a través del evangelismo por televisión. En muchas oportunidades me ha dicho: "Luis, cada vez que tengas una campaña evangelística, pagaré una noche de televisión. Y si puedo pagaré dos o tres noches".

Es muy grato tener amigos así. Este caballero es un hombre extraordinario. Pero para ser honesto, debo confesar que me cuesta bastante llamarlo. Así que de vez en cuando es él quien me llama: "Luis, no me has llamado. ¿Acaso no tienen cruzadas? ¿No necesitan dinero?"

Bueno, por supuesto que tenemos cruzadas y por supuesto que necesitamos dinero para transmitir el evangelio por televisión. No obstante, vacilo mucho en llamarlo.

Nosotros también somos así con el Señor. Él no nos dice que simplemente soñemos grandes sueños y planeemos grandes planes, sino que agrega: "Ustedes podrán pedirle al Padre cualquier cosa en mi nombre, y yo se la concederé para que el Padre se enaltezca en las obras que he de hacer en favor de ustedes. Sí, pidan cualquier cosa en mi nombre, y se la concederé" (Juan 14:13,14).

Es una formidable promesa. Dios desea que le pidamos. Sin embargo andamos con rodeos y no somos directos con Él. Parecería que temiésemos que el Señor se asustara por los grandes pedidos que hacemos. "Pídanme", dice el Señor. "¿Qué están esperando?"

Cuando mi hijo menor tenía sólo seis años, siempre me pedía cientos de cosas, como suele suceder con niños de esa edad. Y sus pedidos a veces eran cosas inverosímiles, pero a mí me encantaba que viniera y me hiciera peticiones. Por regla general, si lo que él solicitaba estaba dentro de mis posibilidades, yo se lo daba. Después de todo es mi hijo.

Nuestro Padre Celestial también desea que lleguemos a Él con nuestras peticiones. Y se deleita en respondernos (Mateo 7:11).

Veamos nuevamente qué enfatiza el Señor en Juan 14:13,14. "Cualquier cosa en mi nombre... para que el Padre se enaltezca en las obras que he de hacer en favor de ustedes". Él nos desafía a que utilicemos Sus infinitos recursos y pidamos en Su nombre cualquier cosa que glorifique y enaltezca a Dios. ¿Acaso no es éste nuestro objetivo en la vida?

"Cualquier cosa en mi nombre..." Muchas veces he reclamado esa promesa en mi vida. Uno de mis primeros pedidos fue una moneda para poder tomar el ómnibus que me llevara al trabajo. Eso sucedió en Argentina. Dios no hizo caer una moneda del cielo, pero permitió que viajara al trabajo de un modo totalmente fuera de lo común.

Dios ha continuado contestando muchas oraciones. Oraciones por decisiones importantes, por tremendas necesidades, por seguridad, por personal, por sabiduría. Y las respuestas de Dios a esas oraciones, tanto por cosas grandes como por cosas pequeñas, han dado como resultado una fe renovada y en aumento.

Un gran hombre de Dios lo explicó de esta manera: "La oración no es tratar de conquistar a un Dios reacio para respondernos; la oración es asirse de Su buena voluntad". El Señor conoce nuestros sueños y nuestros planes. No tenemos que convencerlo tratando de venderle nuestra idea para que así nos dé lo que pedimos. El simplemente dice: "¡Pidan!"

¿Por qué no comienza a pedirle? Si lo hace, también comenzará a recibir.

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