“Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados”, Efesios 4:1
El evangelista estadounidense D. L. Moody dijo: "Al lado de la fuerza de Dios, la serena belleza de una vida santa es la más poderosa influencia para el bien".
Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús eran hipócritas que se concentraron en aparentar ser santos, a pesar de que estaban descuidando la verdadera santidad: la de sus corazones.
Hay un dicho que dice que a veces la gente está tan ocupada siendo religiosa que no logran ser espirituales. Las obras externas de bondad nunca pueden compensar los corazones que están fríos o vacíos.
"Para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, más tenga vida eterna" (Juan 3:16). Después de aceptar a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas, ¿cómo podemos tener un corazón limpio? "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1: 9).
Para ser santos, debemos tener un corazón puro. Santiago dice "Purificad vuestros corazones… Humillaos en la presencia del Señor" (Santiago 4: 8, 10).
El también evangelista Oswald Chambers dijo: "La santidad no es sólo lo que Dios me da, sino lo que manifiesto de lo que Dios ha dado".
¿Has revisado tu corazón últimamente? Imagínate que estás atrapado en una máquina que puede ver dentro de tu corazón y medir la santidad que hay allí. ¿Cómo sería el diagnóstico?
La santidad sólo significa estar apartado para Dios. Es lo que haces con tu vida todos los días; es ordenar tu comportamiento de acuerdo a la Palabra de Dios y ser una sola mente con Dios. Nadie dijo que sería fácil. Pero es posible.
Lectura Bíblica Diaria
Jeremías 4-6