La permisividad sexual

Para nadie es noticia que vivimos en una sociedad sensual. La sociedad establece que siempre que en lo sexual se goce con el consentimiento de ambas personas, el tal es aceptable.

Así, ante la vista del mundo, la lujuria ha dejado de ser un pecado sexual y un desorden de conducta, aunque la realidad es que hunde cada vez más a las personas en la desdicha emocional y la miseria espiritual.

El diccionario define la lujuria como: abundancia y exuberancia, y el deseo desordenado, insaciable y exagerado de los apetitos carnales. Aunque la lujuria no se limita a lo sexual, halla su mayor expresión y desenfreno en él.

La Biblia, por su parte, define y presenta la lujuria como el desenfreno de “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16).

El Antiguo Testamento la describe mayormente como actividades idólatras, mientras que el Nuevo Testamento casi exclusivamente la define como inmoralidad sexual.

Los pecados sexuales como adulterio, pornografía, fornicación, homosexualismo, lesbianismo, bestialidad o en cualquier otro tipo de desviación, son los que más daño espiritual, emocional y físico causan a las personas. Corrompen el alma, distorsionan la vista, enferman la mente, traspasan el corazón, dividen los matrimonios, dejan un sabor amargo, rebajan la castidad, deshonran a Dios y conducen a la muerte (Proverbios 6:32, 7:23-27, 5:5).

Muchos en la Biblia lucharon con el pecado de la lujuria. Entre ellos no solo encontramos a hombres sino también a mujeres (Juan 4:17-18, Juan 8:4, Hebreos 11:31, 1 Timoteo 2: 910, 1 Pedro 3:3-4), a quienes la Biblia cataloga sin excusa alguna de “rameras, adúlteras y fornicarias”.

Muy contrario a la sociedad permisiva en la que vivimos, no encontramos en la Palabra de Dios ningún tipo de aprobación, tolerancia ni condescendencia frente a este comportamiento de parte de Jesús, la religión o la sociedad.

La fe cristiana halla su máxima expresión en:

- Una vida santa y de auto-negación (Romanos 12:1, 1 Corintios 1:2, 1 Tesalonicenses 4:3, 1 Pedro 1:15-16). Y,

- Su mayor realización en el servicio a Dios y el prójimo, y no en sí misma (Juan 15:13, Lucas 10:25-37, Colosenses 3:12, Santiago 2:8, 1 Pedro 4:10).

Nuestro imperativo en la vida cristiana es ser más como el Señor (Efesios 4:13). Y nuestro norte debe ser “despojarnos del viejo hombre viciado de deseos pecaminosos, y revestirse del nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22, 24).

Aunque vivimos bombardeadas por la tentación sexual a través del cine y la televisión, los medios publicitarios, la música, las redes sociales, el internet y la industria de la moda, en nuestra unión con Cristo hemos sido liberadas del dominio de la carne y sus pasiones (Romanos 3:10-18), hechas siervas de la justicia y recibido un Espíritu de poder y dominio propio (1 Timoteo 1:7).

Por ende, para combatir la lujuria y prevenir la tentación debemos:

1. Tomar precauciones diarias utilizando los medios de la gracia provistos por Dios, como lo son la adoración, el estudio bíblico y la predicación, la oración, y la adoración personal. Estos crearán una coraza que nos ayudarán a proteger nuestra mente y guardar nuestro corazón.

2. Fomentar una cultura sana con nuestras amistades, familiares e iglesia, haciendo hincapié en la pureza sexual de pensamiento, de lenguaje, de comportamiento y de manera de vestir.

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11-12).

¿Qué prácticas introducirás para crear un ambiente sano para ti y los tuyos? ¿Qué cambios fomentarás para proteger tu vida y la de tu familia de la lujuria?

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