La Palabra de Verdad

“A causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros”, 2 Juan 2:2

Se ha cuestionado mucho el sentido de verdad en este versículo. Para algunos, es una referencia al Espíritu de verdad que está en el creyente; otros se inclinan por Jesús, quien dijo “yo soy la verdad” y que está en nosotros y estará eternamente con nosotros. Sin embargo, Juan utiliza el término para referirse a la Palabra, que ha sido implantada en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Una vez que ha sido puesta en nosotros, ningún poder humano o infernal podrá arrancarla. La verdad está en nosotros no como un huésped, sino como el amo de nuestras vidas.

La verdad no sólo es la Palabra de forma objetiva, es decir, la base de nuestra fe. Lo es también subjetivamente, la certeza personal que conduce nuestros pasos, el aliento en las pruebas, la seguridad en la esperanza. No sólo está en nuestra mente, sino que llena nuestro corazón. La Palabra es como la fuerza que vigoriza por dentro y como ayuda que asiste desde el exterior. El versículo de hoy trae a nosotros la necesidad de vincularnos con la Palabra y vivir conforme a ella. En un tiempo en que la Biblia ha dejado de estudiarse y, lo que es peor, de leerse, Dios nos llama a hacer un alto en el camino y reflexionar sobre esta necesidad.

La Palabra “permanece en nosotros”. Aquel que es ejemplo de vida, que habita por la fe en nuestros corazones, está vinculado a la verdad. Juan dice en su evangelio que lo vieron lleno “de gracia y de verdad”, y que las dos cosas “vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:14, 17). No es posible tener al Hijo y desconocer su Palabra. La vida conforme al propósito de Dios, la vida bendecida y plena, está relacionada con la verdad, por eso Jesús dice: “yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

El camino conforme a Dios, sólo puede ser recorrido en obediencia a la Palabra, la cual expresa Su verdad.

Aún más, la adoración que Dios recibe es la que está impulsada por el Espíritu y se manifiesta en la verdad (Juan 4:23). El Espíritu nos conduce a toda verdad (Juan 16:13). La vida victoriosa está cimentada en la lectura, meditación y obediencia a la Palabra. En cuanto a que es la verdad revelada, nos corresponde a nosotros mantenernos firmes en ella (2 Juan 9). Esta Palabra es aliento en nuestras aflicciones. “Abatida hasta el polvo está mi alma; vivifícame según tu palabra” (Salmo 119:25).

Otras veces la situación en que nos encontremos nos llenará de ansiedad, pero podemos decir confiadamente: “se deshace mi alma de ansiedad; susténtame según tu palabra” (Salmo 119:28). No habrá consuelo en los golpes de la vida, pero decimos: “si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido” (Salmo 119:92). Verdaderamente debo dedicar más tiempo a la Palabra. En ella están contenidos los recursos de la gracia, el aliento divino, el estímulo necesario, la certeza de la gloria.

Todas las cosas terminarán un día para nosotros, pero la Palabra “estará para siempre”. ¡Que gran bendición! La verdad es nuestra fuerza y aliento en la vida, nuestro firme consuelo en la muerte. Será nuestro glorioso canto en el día de la resurrección y nuestra gloria eterna.

Oración: Señor, permite que ame más tu Palabra y que siempre me refugie en ella. En el nombre de Cristo, amén.

Por Samuel Pérez Millos

Loading controls...