La gracia de dar
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Leer 2 Corintios 8:1-7
Hoy vivimos bajo un nuevo pacto establecido por Dios mediante la sangre derramada de su Hijo Jesús (Hebreos 9:15). En base a lo que Cristo hizo, Romanos 12:1 nos dice que nos presentemos “en sacrificio vivo y santo, agradable a Dios”. Si usted es hijo de Dios, todas sus capacidades, tiempo y dinero le pertenecen a Él.
Este principio puede evidenciarse en la iglesia primitiva. Esos primeros creyentes vendían con entusiasmo sus propiedades y sus bienes para atender las necesidades de las personas a su alrededor (Hechos 2:45). En respuesta a su generosidad, Dios los bendecía con un corazón gozoso, el favor de los demás y un gran crecimiento.
Las iglesias de Macedonia entendieron también la prioridad de dar. A pesar de que los creyentes de allí eran sumamente pobres, rogaron por tener la oportunidad de ayudar económicamente. 2 Corintios 8:7 (NVI) dice que sobresalieron en la “gracia de dar”.
Bajo la ley del Antiguo Testamento, Dios requería un diezmo (la décima parte de los cultivos de una persona y de sus animales) para apoyar al templo (Levíticos 27:30-32). Cuando la nación se alejó de esta práctica, el Señor envió a Malaquías para amonestarlos en cuanto a las consecuencias de desobedecer. Al quedarse con el diezmo, estaban robando a Dios lo que era de Él por derecho (Malaquías 3:8). Nosotros, por supuesto, no queremos ser culpables de quedarnos con el dinero que le pertenece a Dios.
Por habernos designado como sus mayordomos y confiado sus recursos, Dios espera que demos generosamente. Si confiamos a Dios nuestras finanzas, sobresaldremos en la gracia de dar.
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