La crisis sexual del momento
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Mucho ha cambiado en apenas algunas generaciones. De jugar muñecas, jax, aros, juegos de mesa y montar bicicleta, al sexo desmedido en la niñez. Una de cada doce niñas a los 13 años de edad ya ha perdido su virginidad y ha tenido sexo con más de 3 hombres. Lo peor de todo es que mientras nuestras niñas y jóvenes viven una doble vida, sus padres asumen que todo anda bien con sus hijos.
En apenas 2 meses, 6 jóvenes me han confesado sin yo preguntarles la triste historia sexual de sus vidas. Mientras tanto, sus padres viven sumidos en la total ignorancia. Lo peor de todo es que son jóvenes criadas en hogares cristianos de padres profesantes. Muchas inclusive participan en diferentes ministerios de su iglesia sin ningún cargo de consciencia.
Las escuelas están llenas de perversión, los baños de pornografía, la música de lenguaje profano y sensualidad, y las calles de drogas. Este es el triste panorama en el que crece nuestra niñez. Hoy más que nunca los hijos necesitan el consejo, la atención y la supervisión cercana de sus padres, y la instrucción de líderes que comprendan la batalla que enfrentan, y que estén bien equipados para ayudarles a atravesar el valle de sombra de muerte que atraviesan.
La perversión sexual dejó de formar parte de un grupo reducido o algo reservado para la oscuridad. No se limita al mundo pagano o a los adictos. Actualmente es algo habitual y natural dentro del grupo de jóvenes que asisten a nuestras congregaciones. Y la pregunta es ¿qué está pasando? La agenda sociocultural es despiadada, agresiva, poderosa y desvergonzada. Y nuestros hijos están expuestos a ella sin ningún tipo de filtro ni restricción a causa de una tecnología desconocida por sus padres, y de padres ausentes; exitosos en sus trabajos pero fracasados en sus hogares.
La familia no necesita una casa con más metros o pies cuadrados, un vehículo del año, un televisor más grande, un viaje cada año, los tenis último modelo o el dispositivo electrónico más reciente. Lo que la familia y nuestra niñez necesita son de padres presentes e involucrados con sus vidas, mucha oración y un ojo avizor.
Es hora de volver la atención al hogar, de criar hijos bajo la estricta vigilancia de los padres, de que hombres y mujeres piadosas se integren al grupo de jóvenes y adolescentes, de que haya presupuesto para el ministerio juvenil, de que surjan maestras del bien que sean mentoras de las más jóvenes, de proveer alimento bíblico sólido y relevante, de enterarnos del verdadero estado de nuestra niñez, de hablar los temas difíciles a la luz de la Biblia, de insistir sobre la santidad, la abstinencia y la pureza, de retar a los hijos y nuestros jóvenes en general a vivir radicalmente opuestos al mundo, y de rescatar a nuestra juventud para Cristo.
En la Biblia tenemos suficiente material para cubrir estos temas a profundidad, y a muchos jóvenes como José, Daniel, María, etc. que podemos utilizar de ejemplo.
Este es además el encargo de Tito 2, y tú y yo debemos ser las primeras en abrazarlo. Empieza hoy a orar y a asistir a las reuniones de adolescentes y jóvenes de tu iglesia. Vigílalos con ojo clínico y mucho discernimiento espiritual. Intégrate a la escuela dominical. Y escoge una joven a quien puedas mentorear.
¿Qué paso vas a tomar para producir el cambio en tu hogar y/o en tu iglesia? Con una sola chispa se enciende un gran fuego.