La adoración en la Navidad

Leer Mateo 2:7-11

De todas las maneras en que podríamos reaccionar en la Navidad, demostrar adoración es la que más agrada a Dios. A diferencia de los escribas y de los principales sacerdotes que no mostraron ningún interés por el anuncio del nacimiento del Mesías, o de Herodes, que reaccionó con odio, nosotros tenemos razones de sobra para regocijarnos por el hecho de que Jesús vino al mundo. Somos verdaderamente bendecidos porque el propósito de la venida de Cristo fue morir en la cruz para pagar el castigo que merecíamos por nuestros pecados.

Los magos vinieron desde lejos, del Oriente, con el único propósito de adorar al niño Rey de los judíos. Sabían que una estrella señalaba su nacimiento y viajaron cientos de millas para encontrarlo.

Los magos creían en que Dios los estaba guiando hacia el Rey, y cuando finalmente llegaron a Belén, adoraron al niño Cristo humillándose y presentándole regalos. Estos eran hombres ricos y respetados, pero consideraban que ese niño era más grande que ellos.

Este año necesitamos comparar nuestra actitud ante el Salvador con el ejemplo de adoración de los magos. ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones? ¿Nos interesan más los regalos que daremos a nuestros familiares y amigos, que tener una vida de abnegación por amor al Señor?

Es fácil concentrarnos tanto en las tradiciones de la Navidad, al punto de perder de vista a Jesús. Por tanto, demos un paso atrás en el tiempo e imaginemos todos los inconvenientes, contratiempos y riesgos a los que se sometieron los magos por su búsqueda del niño Rey. ¿No deberíamos nosotros, también, estar dispuestos a seguirle?

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