Expulsado y recibido de nuevo
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“Jesús supo que lo habían expulsado [al ciego], así que cuando lo halló le dijo: ‘¿Crees tú en el Hijo de Dios?’ Él le respondió: ‘Señor, ¿y quién es, para que crea en él?’ Jesús le dijo: ‘Pues ya lo has visto, y es el que habla contigo.’ Y él dijo: ‘Creo, Señor.’ Y lo adoró.” – Juan 9:35-38
Ayer vimos la historia del ciego que Jesús sanó. Desafortunadamente, su historia no terminó con la curación. Debido a que todo sucedió en el día de reposo, los fariseos tuvieron que meter la nariz forzando al hombre a dar cuenta de su curación. Y como no podían creer su historia, llevaron a sus padres a testificar.
La familia del hombre estaba asustada. Dice Juan: “Tenían miedo de los judíos, pues éstos ya habían acordado expulsar de la sinagoga a quien confesara que Jesús era el Mesías” (v 22). Ante la excomunión, se acobardaron. “Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; lo que no sabemos es cómo es que ahora ve, y tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Pero pregúntenle a él, que ya es mayor de edad y puede hablar por sí mismo” (vv 20-21).
¡Qué horrible ser abandonado por tus propios padres! Pero el recién sanado tenía coraje, por lo que continuó diciendo la verdad sobre lo que Jesús había hecho, y fue expulsado.
Ser abandonado por la familia o por la iglesia son cosas que nunca deberían pasarle a nadie. Pero suceden y a muchos, incluso hoy.
Jesús también lo vivió; por eso, lo primero que hizo cuando se enteró de lo que había pasado fue ir a buscar al hombre y asegurarse de que estaba bien. ¡Dios mismo fue a buscar a quien había sido abandonado y excomulgado! Y cuando lo encontró, lo llevó a la comunidad de los hijos de Dios, de los que pertenecen a Jesús y que nunca serán abandonados por él.
Si te enfrentas al abandono, corre hacia Jesús. Él puede ayudarte, y lo hará. Su corazón se duele por el tuyo. Aférrate a él con todas tus fuerzas. Él da su vida por ti. Puedes estar absolutamente seguro de que él nunca te dejará ir.
ORACIÓN: Señor Jesús, ayuda a los que están solos y abandonados y acércalos a ti. Amén.
Para reflexionar:
- ¿Conoces a alguien rechazado por la familia o la iglesia?
- ¿Cuándo, si alguna vez, te has sentido solo y marginado?
Por: Dra. Kari Vo