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El llamamiento

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Los llamados y la visión dados por Dios son dos cosas distintas y no entenderlo hace que muchos se queden en el desierto.

Para llegar a reconocer la misión en tu vida, primero debes ver los llamamientos y los tiempos que Dios tiene para ti. Aunque seas un observador poderoso y tengas todas las distinciones incorporadas, llevar a cabo tu misión sin reconocer ni comprender con sabiduría los tiempos hará que te sientas frustrado.

El resultado extraordinario con la bendición de Dios se desarrolla desde un observador poderoso que vive en su misión y va hacia su visión con la unción de Dios y en los tiempos de Él.

Pablo y su llamamiento

Una vez que el señor le tocó directamente y de anunciarle un ministerio con tanta grandeza, uno puede suponer que Saulo de Tarso, ahora comenzando a ser el apóstol Pablo, iba a salir disparado hacia Jerusalén a ocupar su lugar. Sin embargo, se fue a Tarso y luego de unos diez años comenzó la misión que le declaró Jesús.

Tampoco su comienzo fue siendo el líder que conocimos después, sino que primero estuvo entre otros. Luego, formó parte del equipo de Bernabé y, solo después, le reconocieron como líder de los que llevaban la palabra de Dios a los gentiles.

En el contexto de ir hacia el resultado extraordinario, los llamados tienen que ver con los tiempos que el Señor va eligiendo para nuestras propias vidas. Una excelente idea en un mal tiempo no será de bendición. Dios creó los tiempos para ubicar allí las distintas pautas que servirán de señal. Los llamados de Dios tienen que ver con esos tiempos diferentes en nuestras vidas.

Dios puede llamarte en un momento a una función y en otro momento a otra. Dado que los llamamientos son partes de un proceso y no un hecho en sí, algunos lo toman como la voz de Dios de una vez y para siempre para un solo propósito. Eso quizá sea tu misión, pero no el llamado. Los llamados y sus tiempos tendrán mucho que ver con tus tiempos de crecimiento y de relación con Él.

Saber y actuar conociendo tu misión en la vida es una de la mejores cosas que le puede suceder a una persona. Sin embargo, después de haber entrenado a cientos de personas durante años, nos hemos dado cuenta de que esto no es suficiente. Creemos que Dios es el autor de la vida, que tu misión es concreta y que tienes un llamamiento. No importa cuál sea, pues para Dios no hay llamamientos grandes ni chicos.

A menudo hablamos con líderes que no saben cuál es su llamamiento para esos tiempos, ni la misión en la vida que Dios desea para ellos. La clave está en dejar que Dios trabaje en lo profundo de nuestro corazón.

Es interesante poder saber cuál es nuestra misión y nuestro llamamiento. El llamamiento tiene que ver con los “cuándo”, con los tiempos del proceso para llevar a cabo tu misión. Antes de desarrollar y poner en práctica una visión poderosa, debemos conocer nuestros tiempos. El llamado a cada momento y responder en tiempo y forma, hacen que uno pueda generar una misión poderosa.

Josué y su proceso.

Josué fue el hombre que guio a Israel hacia la tierra prometida. Fue líder de la liberación, del establecimiento del pueblo de Dios en la tierra y de la conquista valerosa. En fin, fue alguien especial. Sin embargo, lo llamaron a ser el ayudante de Moisés por cuarenta años.

Las escrituras dicen que mientras todo el mundo vivía desenfrenado haciendo un becerro de oro, Josué era el que estaba debajo del monte esperando a su líder. Es probable que en esos cuarenta días hubieran vientos y lluvias, días secos e inmenso calor. A todo esto se le añade un pueblo que a lo lejos se escuchaba festejar, reír y cantar en medio de algarabías y desenfreno.

Aun así, en ese tiempo Josué tenía el llamado a estar allí y no se iba de ese lugar. En ese momento no estaba en la conquista de la tierra, tampoco se encontraba como líder junto a otros doce para espiar la Tierra Prometida, sino que esperaba a su líder.

En la vida de Josué vemos que su misión fue la misma, pero sus llamados fueron diferentes según sus tiempos: encabezó un grupo de expedicionarios para visitar la Tierra Prometida, ayudó a su líder cuando recibió de la mano de Dios las tablas de la ley y lideró al pueblo en la batalla durante la conquista de lo que les entregó el Señor. En fin, diferentes tiempos y diferentes llamados, con una misión, un corazón y un compromiso.

La confusión de los llamados de Dios por no conocer su misión en la tierra y su parte en el plan del Altísimo, hace que muchos líderes sean sordos a los nuevos llamados  para la misma misión. En otros casos, los hace creer que el llamado para ese tiempo es el que tendrán para toda su vida y de allí no se mueven.

Por eso no solo se quedan cuarenta días debajo del monte, sino cuarenta años. Entonces, cuando las cosas no suceden, no saben por qué y no se dan cuenta que se debe a que no han entendido los tiempos de Dios y sus llamados.

La misión de Dios la podremos llevar a cabo siempre y cuando estemos listos para que Él pueda llamarnos y nosotros contestar. Luego, si nos vuelve a llamar, nosotros seremos capaces de volver a responder.

En caso de que nos llame una vez más, debemos estar listos para lo que Él quiera para nuestras vidas en ese tiempo.


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