Dios y mi vergüenza

Una frase que ya casi no se escucha es: “¡Qué vergüenza!” Eso no significa que haya desaparecido el concepto de vergüenza.

Dudo que haya alguien en edad de jubilación que pueda mirar al pasado, a momentos de su vida, sin sentir vergüenza. Dudo que alguna familia no se haya avergonzado en algún momento por los actos de uno o dos de los miembros del clan familiar. Todos los que están en la cárcel tienen familia; los que han sido expulsados de una escuela, despedidos de un trabajo, o caído en bancarrota, sufren vergüenza, y también la sienten todos los que los rodean.

Lo peor de la vergüenza es que perdura; el recuerdo no desaparece por sí mismo. Esta es otra de las grandes razones por las que el evangelio de Cristo es tan importante, no borra en forma selectiva los recuerdos de su mente, pero le permite vivir en paz y alegría incluso con los recuerdos de vergüenzas pasadas. “Espere Israel en Jehová, porque en Jehová hay misericordia y abundante redención con él. Él redimirá a Israel de todos sus pecados” (Salmo 130:7,8).

El amor incondicional de Dios significa que Él sabe quién es usted y todo lo que ha hecho, y aun así lo ama. Él conoce el cúmulo de sus remordimientos y le da la seguridad de que Su gracia es más grande. Si Él lo perdona, usted se puede perdonar; si Él lo quiere, puede volverse a querer a usted mismo. Su imagen delante de Él no tiene vergüenza ni remordimientos, solo santidad. Plenamente perdonado, brilla como una estrella.

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