¡Con Jesús lo tienes todo!
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Empezamos una serie especial de mensajes que espero te ayuden a profundizar en el significado del sacrificio de Jesús en la cruz y de Su resurrección.
Cada año, cristianos de todo el mundo celebran la Semana Santa para conmemorar la resurrección de Cristo. Más allá de la tradición judía de la Pascua o de la Semana Santa, nos evoca la más bella historia de amor jamás contada: aquella que llevó a Dios a dar la vida de su hijo único, Jesús, a cambio de la nuestra.
La Biblia nos dice lo que padeció Jesús por salvarnos: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:4-7).
En ocasiones quizá no eres consciente de la infinitamente grande gracia de Dios para tu vida. En esos momentos, querido(a) amigo(a), te invito a que recuerdes que Jesús, al morir por ti, te dio un acceso ilimitado a la Presencia de Dios.
¡Cómo no llenarte de gozo al pensar en todo lo que Jesús ha hecho por ti!
- Vivió la más grande de las humillaciones, para que tú pudieses ser restaurado (mira Isaías 53:3-10).
- Destruyó el poder del pecado, para que tú pudieses ser libre de la esclavitud en la que te encontrabas y ser salvo (mira Juan 8:36).
- Sufrió la separación con el Padre, para que tú pudieses reconciliarte y tener comunión con Él (mira Hebreos 10:19.22).
- Venció a la muerte para darte vida eterna (mira Romanos 6:23).
Sí, querido(a) amigo(a), en Cristo tienes todo: paz, libertad, perdón, victoria y vida eterna.
Te invito a celebrar la resurrección de Jesús, no solamente en Semana Santa o algunos domingos al año, sino todos los días. ¡Dale las gracias por todo lo que padeció por amor a ti, para darte vida en abundancia! (mira Juan 10:10).
Te invito a orar conmigo ahora: “Padre nuestro, ¡cómo puedo agradecerte por este regalo inestimable, por ofrecer la vida de Tu hijo Jesús para salvarme! Mi vida es tuya, quiero seguirte cada día y expresar ahora todo mi agradecimiento. ¡A ti sea alabanza, el honor y la gloria, por los siglos de los siglos! Amén”
¡Vive plenamente tu vida, querido(a) amigo(a)!
Gracias por existir,
Éric Célérier