¿Hogar perfecto?

“Y si alguno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente de los de su casa, la fe negó, y es peor que un infiel”,  1 Timoteo 5:8

Los promotores de viviendas, cuando construyen casas en serie, por lo general edifican una vivienda modelo a donde llevan a los posibles compradores. Esas viviendas son “perfectas”, todo está en su justo lugar. No hay zapatos regados, ni ropas sucias, ni losas que fregar.

Pero la realidad es que esas casas son hermosas porque no vive nadie dentro de ellas, están vacías, no hay nadie a quien atender, no hay nadie a quien alimentar, no hay nadie a quien cuidar. Son hogares hermosamente imperfectos.

La palabra hogar significa que en su interior hay un esposo que amo y que, como cuidadora del hogar, tengo que atender, cuidar y alimentar. Significa también que mi marido es una persona que por lo general no coloca las cosas en su lugar, que muchas veces ensucia mi piso cuando está recién trapeado y que deja los restos de la botella de su gaseosa en mi reluciente sala.

La palabra hogar significa que tengo hijos que dejan juguetes por donde quiera, que derraman su leche en mi preciosa y limpia mesa, que ensucian sus ropas cuando recién los he bañado y que dejan sus pertenencias fuera de lugar.

La Palabra hogar significa que hay una familia que alimentar, ropas que lavar y regueros que recoger.

¿Cuál hogar prefieres? ¿El modelo perfecto pero terriblemente vacío o el hogar lleno de vida con personas imperfectas como tú y como yo?

Antes de quejarnos por las tareas interminables e inagotables de cada día en nuestros hogares, detengámonos y demos gracias a Dios porque eso significa que no vivimos solas, que tenemos familia, que tenemos vidas que conviven con nosotras, que tenemos un hogar que hace que nuestra vida sea imperfectamente perfecta.

Oración: Padre Dios, yo te doy infinitas gracias por la familia que me has regalado. Gracias por los platos sucios, por los regueros diarios, por los alimentos que tengo que preparar, por las ropas que lavar. Señor Jesús, NO ESTOY SOLA, gracias porque mi casa es un hogar lleno de vida. En tu precioso nombre, ¡Amén!

Por: Jeanette Lithgow

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