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¡Aguarda! ¡Espera!

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Dios nos pide que esperemos por Su ayuda, pero ello no significa que nos quedemos de brazos cruzados.

“Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón. Sí, espera a Jehová”, Salmos 27:14

El Salmo concluye con una mirada de fe. Quien lo escribe está viviendo situaciones difíciles. Hay razones para atemorizarse, pero Dios es su luz, su salvación y su fortaleza, por tanto el temor no tiene razón de ser. Sin embargo, en medio del conflicto, ruega al Señor que lo oculte en lo reservado de su morada. Sus pies no encuentran apoyo suficiente para sostenerse firme, por eso pide que lo ponga en alto sobre una roca.

No sabemos cuáles eran sus dificultades pero, en medio de ellas, clama por misericordia. No tiene a nadie que le ayude, por eso pide que no esconda su rostro de él, que no le deje ni le desampare. Su salvación viene de Dios.

Sin apoyo, rodeado de enemigos y lleno de problemas, la fe viene en su ayuda. Sabe que Dios es bueno y que va a actuar en su favor. Humanamente hablando no hay esperanza, pero se mantiene firme mirando al Señor. Su testimonio es seguro: "Hubiera desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes". No se trata de la gloria, sino de la temporalidad. La tierra de los vivientes es un lugar de debilidad, es también un lugar de engaños y desilusiones, es un lugar de pecado y de muerte. Pero sobre todo esto está la bondad de Dios, que da contenido a la fe.

Es en esa certeza que puede decir a su alma: Aguarda a Jehová. Aguardar es creer que llegará y sucederá algo. Vale la pena esperarle. Nunca falta a sus promesas para el alma que le espera. Pero mientras transcurre el tiempo de expectativa, hay dos cosas que tendremos que hacer. Esfuérzate ¿Cómo es posible si ya no tengo fuerzas? ¿Cómo podré esforzarme si mi valor se ha consumido? Dios, que manda esforzarse, dará también las fuerzas para hacerlo: Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas (Isaías 40:29). No tengo disculpa para hacerlo porque Él me capacita.

Una segunda demanda para el tiempo de la espera: Aliéntese tu corazón. Es algo que va directamente al lugar donde necesito ayuda. Mi corazón necesita ser tranquilizado y animado, y estas dos cosas sucederán si es alentado. Nadie puede llegar al secreto de la intimidad del corazón sino Aquél que lo ha creado. Es el Dios de paz que puede dar paz al corazón en el tiempo de la espera. El Señor nos dará fuerzas y aliento, por eso, tendremos calma en la tempestad y contentamiento en la tristeza.

Quiero darte mi testimonio personal que puede servirte de estímulo al final de estas líneas. Sé, por experiencia propia, que lo único que cabe en medio del conflicto -cuando el turbión de la prueba zarandea tu vida, cuando las lágrimas son la experiencia de las noches de insomnio, cuando sientes que todo se acaba y tus fuerzas se agotaron porque no tienes ya recursos para ellas- es atender al mensaje divino: Aguarda; espera a Jehová. Sé por larga experiencia que me ha sido bueno esperar al Señor.

Oración: Señor, mientras espero tomaré los recursos de la gracia para recobrar nuevas fuerzas y aferrarme por la fe a tu poder, para así alcanzar el aliento que necesito. En el nombre de Jesús, amén.

Por Samuel Pérez Millos

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