¿Has tomado esta mañana un chocolate bien caliente o un pequeño café? ¿Quizá formas parte de los aficionados al té, como mi esposa Muriel? Sí, le apasiona el té, de hecho si le llevas un té bien perfumado a eso de las 4 de la tarde estará encantada…
Hoy, de hecho, me gustaría hablarte acerca del té, y más precisamente del proceso que permite a sus hojas liberar ese aroma tan característico que tienen.
El apóstol Pablo en Filipenses 4:13 declara: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. En el versículo, según el griego, “ fortalecer” significa literalmente “infusionar”, es decir, “que infusiona su fuerza en mí”.
Esta idea de infusión me hace pensar en el té. Tomamos agua inerte, sin sabor, sin color y sin olor, y la ponemos a calentar. Cuando alcanza una temperatura elevada, el agua está dispuesta a recibir el té. Es en ese momento cuando se colorea y toma un nuevo sabor, y ¡voilà!, el té está listo.
Cuando oras y buscas a Dios, tu corazón se pone a hervir. Es entonces cuando el Espíritu Santo puede manifestar esta presencia de Cristo en ti, y algo empieza a extenderse en tu interior: Su carácter, Su color, Su vida. Él viene a transformar, a influenciar todo tu ser, de modo que seas capaz de hacer cualquier cosa a través de Él.
El error que cometemos a menudo es el de procurar hacer todo por nosotros mismos. Sin embargo, Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). ¿Significa esto que no podemos hacer absolutamente nada sin Él? No. Es posible hacer un montón de cosas sin Jesús. Sin embargo, sin Jesús no podemos hacer nada que produzca un verdadero fruto, que sea eficaz y que contribuya a transformar nuestra vida y el mundo a nuestro alrededor.
Querido(a) amigo(a), permite al Espíritu Santo venir a “infusionar” Su vida en tu vida. Crea las condiciones en tu alma, en tu corazón, en tus pensamientos que le permitan depositar Su fuerza en ti. Pasa tiempo en la Presencia de Dios leyendo la Biblia, orando y cantando alabanzas.
Si le dejas infusionar Su vida en ti, Él va a extender Su vida a través de ti.
Gracias por existir,
Eric Célérier