“Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer”, 2 Samuel 12:10
Cualquiera pensaría que siendo David un hombre tras el corazón de Dios, éste tendría una familia ejemplar. Pero nada más lejos de la realidad que eso.
David perdió la cabeza por Betsabé y en 2 Samuel 12:10 Dios lo trae a cuentas con su pecado y las consecuencias funestas de su desvarío. Como dice Eclesiastés 10:1 “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable”. Esa fue la realidad en la vida de David al adulterar con Betsabé y matar a su marido Urías.
Todo empezó con la muerte de su primogénito, seguido por las calamidades del resto de sus hijos, volviéndose así en una familia disfuncional. Si bien es cierto que los hijos de David heredaron su pecado y las consecuencias del mismo -como nosotras de nuestros padres Adán y Eva- no es menos cierto que a David le faltó carácter y autoridad como padre para poner orden en su familia. La vara de la disciplina estaba lejos y se hizo de la vista gorda tomando una actitud pasiva ante el pecado.
David no confrontó el mal en sus hijos y hasta se atemorizó de ellos. En esta familia no se sabía quién era el padre y el hijo como en muchos de nuestros hogares. La raíz de ese temor fue la pérdida de su integridad, autoridad y, posteriormente, respeto. El descuido de su vida espiritual afectó su comunión con Dios y lesionó la llenura y poder del Espíritu Santo que antes le había caracterizado.
No podemos olvidar que todas nuestras acciones tienen consecuencias. El descuido en nuestra vida espiritual entorpece nuestra comunión con Dios, apaga el poder del Espíritu, arruina nuestra autoridad y reputación, y nos deja sumidas en la miseria espiritual. En consecuencia, nuestros hogares se vuelven patas arriba. El rey David vivió todo esto en carne propia; sus hijos cometieron los mismos pecados inmorales que él, alzaron contra él la espada, se perdió por completo el respeto y fueron un total desastre como familia.
Amadas, el Dios que no libró ni a los ángeles que pecaron ni a David, tampoco nos librará a nosotras de las consecuencias de nuestras malas acciones (Hebreos 12:6-7). Si quieres un hogar funcional empieza por obedecer a Dios y establecer parámetros y disciplina a tus hijos.
Oración: ¡Oh Dios! Que tu disciplina aumente el temor de encaminarnos en tu Palabra. Respalda nuestra autoridad con el poder de tu Espíritu Santo. Queremos ser responsables y tener familias funcionales. Por Cristo Jesús, amén.