Un corazón como el suyo

“Y aunque sea derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”, Filipenses 2:17

El texto de hoy deja ver claramente el corazón pastoral del apóstol Pablo. Es maravilloso ver cómo a pesar de las circunstancias aflictivas en que se encontraba por su fidelidad a Cristo y el Evangelio, estuvo dispuesto a dar su vida en sacrificio vivo por amor a sus hermanos, con tal de que ellos fueran: fortalecidos en la fe, su gozo completado y perfeccionados por medio del ministerio (Filipenses 1:6). Así que, por amor a ellos, Pablo estuvo dispuesto a sufrir prisiones y vejaciones, decepciones y tristezas, siempre que ello redundara en el progreso del Evangelio (Filipenses 1:12).

Pablo se veía a sí mismo como un mártir por causa del Señor y llegó a definirse como “embajador en cadenas” (Efesios 6:20). Él llegó a decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gálatas 2:20), y estuvo dispuesto a sufrir vergüenzas, ignominias y hasta humillaciones de muchos que, aunque llamándose creyentes, servían a Cristo por envidia y contiendas, “pensando añadir aflicción a sus prisiones” (Filipenses 1:16).

Sin embargo, nada de eso intimidó a Pablo. El entendía perfectamente la naturaleza de su llamado y estaba dispuesto a entregar su vida en la defensa del Evangelio, porque para él “el vivir era Cristo, y que el morir era ganancia” (Filipenses 1:21). Pablo no era un creyente aferrado a las cosas de esta vida, él vivía solamente para la gloria de Dios y el único motivo que pudo tener para desear estar todavía en la carne era el beneficio de la obra, sobre lo cual decía: “estoy puesto en estrecho, y no sé qué escoger, si quedarme por causa del trabajo en la obra, o estar con Cristo lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:22-23).

Es admirable la actitud de Pablo al escribir su carta; pensar que estaba en una prisión subterránea, oscura y llena de humedad, con las manos y los pies en grilletes, atado las 24 horas a un soldado romano y pendiendo una sentencia de muerte sobre su cabeza. Sin embargo, la nota dominante de su carta es la preocupación por el gozo de sus hermanos. Once veces menciona la palabra “gozo” o “regocijo”, y aunque él mismo estaba muy lejos de estar en una celda que ofreciera las más mínimas comodidades, se olvidó de sí mismo y se concentró en sus hermanos, tratando de motivarlos a que no vieran sus sufrimientos y prisiones como una derrota de su ministerio o del Evangelio, sino más bien, les motiva a gozarse y regocijarse por sus aflicciones, las que consideraba como una lupa por medio de la cual “Cristo era magnificado” (Filipenses 1:20), y cosa que producía profundo gozo en su corazón.

Sus palabras eran asombrosas: “Aunque yo sea derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. La ofrenda de libación era el vino, miel o aceite que se derramaba sobre el holocausto quemado para que un olor fragante ascendiera del mismo. Jacob hizo una ofrenda de libación de aceite en Betel (Génesis 35:14) y David ofreció holocaustos y libaciones en 1 Crónicas 29:21. Lo que Pablo quería decir es que él estaba dispuesto a dar lo que le quedaba de vida como un vino fragante vertido sobre el sacrificio, por el servicio y la fe de los filipenses, para que al subir éste al trono de Dios fuera un olor fragante en su presencia. Un ejemplo de desprendimiento y abnegación, tal y como hizo Cristo, que fue ofrenda, holocausto y libación por cada una de nosotras.

Oración: Señor danos un corazón como el tuyo y el de Pablo. Que nuestra vida sea un sacrificio vivo que despida un olor fragante delante de tu trono. En el nombre de Jesús, amén.

Por Carmen García de Corniel

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