Glorificando a Dios

“Para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”, 2 Tesalonicenses 1:12

El apóstol Pablo ora por los creyentes a quienes escribe. La oración tiene que ver con el proceso de vida cristiana, que incluye también las aflicciones y la esperanza gloriosa del encuentro final con el Señor para estar para siempre con Él. Sin embargo, no siempre tenemos en cuenta cual es la razón de nuestra vida. Para algunos el objetivo es que Dios les libre de las aflicciones por las que pasan; otros buscan prosperidad personal; pero, no debemos olvidar que el objetivo divino es que nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en nosotros.

La vida santa es motivo de glorificación para Él. Por tanto, el Señor es glorificado en aquellos que viven en conformidad con la vocación del llamamiento celestial. La alabanza a Dios no puede separarse del testimonio de vida del creyente. Es decir, las buenas obras que Dios mismo impulsa en el cristiano, son motivo de gloria para Él, como Jesús dijo en el Sermón del Monte: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Un obrar correcto solo es posible por la identificación con Cristo. Es hacer lo que Él hubiera hecho en cada ocasión.

Podemos estar en aflicción, pero eso no impide el testimonio silencioso, que es una forma de proclamar el evangelio, expresado con acciones y no con palabras. Vivir conforme a la voluntad de Dios en obediencia a Su Palabra no busca que las gentes nos alaben a nosotros, sino que seamos un elemento para que glorifiquen a Dios. El obrar correcto en toda ocasión es evidencia visible de la fe verdadera.

Los creyentes buscamos un obrar correcto no para ser santos, sino porque lo somos. Ese buen testimonio de vida no es el resultado de nuestro esfuerzo personal, sino del poder de Dios, de modo que Su gloria se manifiesta en el cristiano y el nombre de nuestro Señor Jesucristo es glorificado por nuestra forma de actuar. Glorificar a Dios es el motivo principal de nuestra existencia: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).

La petición final del apóstol es que no sólo el Señor sea glorificado en nosotros, sino que nosotros seamos glorificados en Él. No se trata de que se cumpla nuestra esperanza y seamos manifestados con Él en gloria, sino que lo seamos cada día en Él. Esto es experimentar y disfrutar en la participación de la vida del Señor, es decir, que la gloriosa vida de Jesús se manifieste en cada uno de los que estamos en Él.

Alcanzar esas bendiciones sólo es posible por la gracia de Dios y del Señor Jesucristo, que capacita con Su poder para vivir de ese modo, haciéndonos superar las dificultades por grandes que sean y pasar sobre los problemas y las angustias de la vida sosteniéndonos como Moisés: “Viendo al Invisible”.

Tal vez estamos haciendo esfuerzos sobrehumanos para alcanzar propósitos que se escapan de nuestras manos. El secreto de una vida victoriosa no está en nuestras fuerzas, sino en la gracia de Dios.

Oración: Padre, danos la bendición de descansar plenamente en ti. Lo pedimos en Cristo, amén.

Por Samuel Pérez Millos

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