Existen 6 razones que dan lugar a la pérdida de efectividad y decadencia en nuestras oraciones:
Formalismo. Es la oración estandarizada, institucionalizada y formal. Importa más la postura física, el lenguaje que empleamos, nuestra apariencia y todo lo externo que la sinceridad del corazón. Tal oración solo busca impresionar a los oyentes y está más enfocada en las reglas y el método que en las necesidades reales del corazón.
Ritualismo. Esta es la oración que elevamos de manera ritual antes de comer, al levantarnos y acostarnos y nada más. Su contenido no varía mucho pero satisface nuestra consciencia y religiosidad.
Extensión. Este tipo de oración es larga y llena de palabrerías. Los demás se duermen y se aburren cuando esta oración es hecha en público. Tampoco permite a otras orar porque se coge casi todo el tiempo.
Palabrería. Ésta se caracteriza por muchas palabras grandes, finas y sofisticadas. Carece de humildad y se pierde el sentido y el sentir entre tanta palabrería. Muchas veces hasta la persona misma se confunde y dice cosas sin sentido.
Repetición. Aunque personal, esta oración es fría, repetitiva y memorizada. Los demás saben de antemano lo que la persona va a decir porque rara vez cambia.
Orgullo. Generalmente esta oración contiene todos los elementos anteriores y cuando no, la persona es tenida a menos y por poco espiritual.
Así oraban los fariseos y por esto Jesús vino y enseñó cómo es la oración que Dios escucha. Las palabras no tienen un poder especial como muchos creen, sino el corazón de quien las eleva. Dios mira el corazón como lo confirmó con Abel, David y Daniel, entre otros. La espiritualidad no proviene de las palabras o apariencia, sino de la obediencia y actitud de nuestro corazón.
Amada, ¿cómo está tu corazón? Necesitamos devolverle la frescura y espontaneidad a la oración de un corazón que vibra por Cristo y se satisface en Su providencia, de manera que el encuentro con nuestro Padre Celestial sea deleitoso y nuestras oraciones suban como incienso.
Oración: ¡Oh Dios! perdónanos. Ayúdanos a tener presente que la llave de la oración es una vida agradable a ti. Recuérdanos al orar que la sinceridad y actitud de nuestro corazón es lo que produce resultados de bendición y no las palabras. En el nombre de Jesús, amén.