El vencedor de gigantes

“Y toda esta congregación sabrá que Jehová no salva con espada ni con lanza, porque de Jehová es la batalla y él os entregará en nuestras manos”, 1 Samuel 17:47

Hoy creí que mi lectura bíblica en 2 Samuel 21 sería rutinaria. Se trataba de guerras que David y sus hombres habían librado; entendía que se trataría de batallar y ganar, o batallar y perder, si esa era la voluntad de Dios para David. Pero no fue así, me maravillé de lo que leí, ¡me maravillé en verdad! 

David había ido en guerra contra los filisteos, el conocido enemigo del pueblo de Israel, y dentro de ellos estaba  el gigante Isbi-Benob. En la batalla, este gigante fue vencido por uno de los valientes del rey; pero el pasaje continúa diciendo: "Otra segunda guerra hubo en Gob contra los filisteos..." Por segunda vez una batalla contra el mismo enemigo y en esta ocasión cae Saf, ¡otro gigante!

Y de nuevo dice a continuación: "Hubo otra vez guerra en Gob contra los filisteos...."  ¡Por tercera vez el mismo enemigo! Y también mencionan el nombre del vencido: "Goliat geteo", ¡otro gigante! Y... ¡ya te lo imaginas!, ¡sí!: "Después hubo otra guerra..." y esta vez describen al enemigo y era intimidante: "Un hombre de gran estatura el cual tenía doce dedos en las manos y otros doce en los pies veinticuatro por todos; y también era descendiente de los gigantes" (v. 20). Quiero decirte que su nombre no aparece, y sé que estarás de acuerdo conmigo en que con estas características no es necesario. Y sin importar sus características, ¡también fue vencido! ¡Otro gigante vencido!

Esto fue lo que me maravilló: este pueblo salía de una batalla y en el menor tiempo se enfrentaba a la otra, y de nuevo otra, y de nuevo otra, y cada vez, en cada una de ellas, había "un gigante", y "el gigante" es vencido. Dios daba cada victoria porque libraba cada batalla, derrotaba al enemigo y hacia vencedor a Su pueblo.

Y entonces pensé: Dios tiene el poder de terminar para siempre con el enemigo, terminar las batallas y hacer a Su pueblo vencedor de una sola vez, pero me di cuenta de que así no le conocerían como el Dios cuyos oídos están abiertos para oír el clamor de ellos, ni tampoco como el  pronto auxilio en las tribulaciones, ni el guardador ni el protector; pero Él en Su gracia, cuidado y gran amor, estaba siempre con ellos, libraba cada batalla, los defendía y les enseñaba que Él es el Poderoso, el Vencedor, y que los hacía vencedores si ellos dependían de Él.

¡Y esto me cautivó! ¡Sí! porque vi en ello mi vida y la tuya también, y puedo decir que la de cada creyente: el enemigo viniendo vez tras vez a guerrear, vez tras vez  hay gigantes procurando derribarnos, vencernos, acabarnos, pero lo hermosamente alentador es que vez tras vez la victoria es nuestra, porque nuestro Dios Vencedor nos hace más que vencedoras en Él.

La batalla viene cuando menos lo esperamos, puede ser una enfermedad, relaciones rotas, problemas con los hijos, la familia, el empleo, miseria, escasez, deudas... y cual gigante se ve imponente, invencible, y tú y yo nos sentimos perdidas, derrotadas, vemos nuestras fuerzas disminuir, nos deprimimos y entristecemos. ¡Oh, pero cuán fiel es nuestro Dios en cumplir Su palabra cuando dice: "No temas, ni desmayes porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Isaías 41:10); "... Porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos” (1 Samuel 17:47).

¿Estás a punto de desmayar, de tirar la toalla? ¿Estas mirando tus aflicciones, tus problemas, tus necesidades? ¿Te ves endeudada, enferma, a punto de perder lo que crees sería irrecuperable, y lo peor de todo: te sientes sola, sin ayuda y sin saber qué hacer ni dónde ir? ¡Alza tus ojos a Dios, pon en Él tu confianza y oye Su voz  que te dice: "Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: «No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador” (Isaías 43:1-3).

Oración: Señor, tú conoces cada una de mis batallas, conoces cuán débil me siento, pero eres mi Dios y mi ayudador, ven y abre mis ojos para contemplarte como el que vence a mis gigantes y me hace más que vencedora en ti. En Cristo, amén.

Por Eloida de Gómez

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