En abril mi esposo y yo celebramos otro año de haber dicho sí a Dios, y sí el uno al otro. Es más fácil planificar una boda que vivir un matrimonio. Y mucho más fácil soñar con una vida de casados que decidir vivirla.
En estos tiempos en que el matrimonio como lo conocimos siempre pareciera batallar por sobrevivir, quiero decirte algo a ti que quizá todavía no has dado el paso, tal vez porque no tienes edad, o porque el momento no ha llegado, o porque te asusta: ¡sí vale la pena! Y no lo digo simplemente por mi matrimonio. Lo digo porque Dios lo diseñó y por lo tanto es bueno, valioso y, sin dudas, un reflejo de la manera en que nuestro Creador quiere relacionarse con nosotros. Si no estás convencida, piensa en cómo la Biblia habla de Jesús como el novio que viene a buscar a su novia, la iglesia.
Y si estás en las primeras etapas, si estás batallando por descubrir cómo vivir ahora que eres esposa, También aprovecho para decirte: es una labor ardua, pero no una misión imposible. Recuerdo muchos momentos de exasperación, de cuestionar. Momentos en los que quise retroceder para no ceder. Momentos de frustración.
Pero recuerdo también muchos momentos de alegrías, de risa y llanto, de descubrir juntos, de vivir múltiples experiencias buenas y malas. Momentos de no saber qué hacer y, no obstante, lanzarnos al futuro.
El matrimonio es mucho más que rosas, poemas y besos. Es más que citas románticas y canciones lindas. Es más que Hollywood y telenovelas. Matrimonio es esfuerzo. El esfuerzo de negarse a uno mismo. El esfuerzo de decidir amar en los momentos en que eso sería lo último que quisiéramos hacer. Esfuerzo para tener la humildad de pedir perdón y el valor de perdonar.
Matrimonio es también compromiso. El compromiso de ser fiel a las promesas que hicimos un día. Compromiso de seguir juntos de la mano cuando ya los años jóvenes se hayan ido y vengan los achaques, las limitaciones.
Matrimonio es aprender. Aprender a saborear los pequeños momentos tanto como los grandes. Aprender a escuchar antes de hablar. Aprender de los errores y enmendarlos.
¿Cómo se logra un matrimonio exitoso, uno “hasta que la muerte nos separe” o Cristo venga?, dando el cien por ciento de uno mismo, con alegría y sin reservas. Lo de “mi cincuenta y tu cincuenta” no funciona en las relaciones exitosas porque eso implica egoísmo y reticencia. Se decide seguir cuando entendemos que lo bello del amor es el reconocimiento de que no será perfecto, y aun así no lo cambiamos por nada.
Dedica tiempo a tu matrimonio. No olvides que aunque estás criando hijos, un hermoso privilegio que Dios nos da, un día ellos comenzarán su propia vida, volarán. Dales la bendición de ver en sus padres una relación hermosa, digna de imitar, donde para cada uno la felicidad del otro es prioridad. Es el orden dado por Dios. En todas las listas él pone primero al matrimonio.
El matrimonio, bajo el diseño de Dios, sí funciona. La idea contraria viene del enemigo que siempre quiere distorsionar la verdad.
Celebramos otro año y estoy convencida de que ha sido, primero que nada, la gracia de Dios y su misericordia. Y sí, ha sido también una decisión mutua de cuidar nuestro matrimonio y crecer en nuestro amor. Han sido los mejores años de mi vida. Disfruto cada segundo de esta aventura. Si tuviera que empezar de nuevo, lo haría sin pensarlo un segundo, incluso sabiendo que no siempre todo será fácil. Yo todavía creo en el matrimonio.