“Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?”, Jeremías 17:9
Al estudiar las Escrituras, tanto la maldad del hombre como la bondad de Dios son evidentes. Desde Génesis 3, con la caída de Adán y Eva, hasta la batalla de Armagedón en Apocalipsis 20, el pecado reina en la tierra (Génesis 6:5). Sin embargo, desde Génesis 1 con la creación de un mundo perfecto y la entrega del mismo al hombre para vivir en él y cuidarlo (1:26), hasta que Dios nos entrega un nuevo cielo y una nueva tierra (Apocalipsis 21), Dios ha demostrado Su paciencia, Su bondad y Su amor incondicional hacia nosotros.
En el Antiguo Testamento, la reverencia/temor de Dios fue altamente respetada hasta el punto de que ni si quiera pronunciaban el nombre de Dios y por esto fue escrito como YHWH para no ser irreverente a Él. Ellos no tenían duda de que Dios era el todopoderoso y soberano, y más aún entendían que Él tenía en Sus manos la capacidad de bendecir o maldecir a todos (Deuteronomio 27).
Entonces, ¿cómo es posible que el pueblo elegido por Dios pudiera equivocarse tanto, crucificando al mismo Mesías que esperaban cuando éste vino a salvarlos? Por la misma razón que 2.000 años después de la crucifixión y resurrección de este mismo Mesías, ¡el mundo todavía no cree! Como Jeremías nos dijo, el corazón es tan malo que es “sin remedio.” Jesús dijo en Mateo 15:19 “Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias”, y en 2 Timoteo 3:13 explica lo que estamos viviendo: “pero los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.”
La razón por la que los caminos de Dios son imposibles de entender es porque “el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente” (1 Corintios 2:14) y El mismo Espíritu necesita regenerar la mente (Juan 6:63) antes que escuchemos su voz (Juan 10:27).
Y debemos recordar que aun después de que esta regeneración ocurre, que “el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro” (Gálatas 5:17). El corazón es tan engañoso, que uno puede honrar al Dios verdadero con sus labios mientras en otro momento estar contra Él (Mateo 15:6-9).
Los judíos religiosos habían estudiado las Escrituras diligentemente y seguían la letra de la ley sin ser capaces de seguir el espíritu de esta misma ley (Mateo 5), porque el espíritu de la ley requiere la obra del Espíritu Santo en la mente y corazón de las personas. Mira la profundidad del engaño, que los sacerdotes acusaron a Jesús –Dios hecho hombre– y lo entregaron a muerte por blasfemia (Marcos 14:63-64), mientras que ellos estaban por realizar ¡la blasfemia más grande que ha ocurrido y que ocurrirá por la eternidad!
¿Y quienes hemos sido nacido de nuevo? Gálatas 5:16 nos recuerda que como el deseo de la carne es contra el Espíritu, no podemos hacer lo que deseamos sino lo que El Espíritu quiere. Y aunque somos perdonadas, somos capaces de causar mucho daño al evangelio cuando no caminamos en el Espíritu, y por ende todos los días debemos ir ante el Señor para evaluar lo que estamos haciendo.
No queremos entristecer el Espíritu Santo de Dios (Efesios 4:30) ni ser utilizadas por el maligno en su guerra contra Dios. La única forma de ser útil para Dios es andar conforme al Espíritu (Romanos 8:1), porque “la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo” (Romanos 8:7), y esto se hace con el estudio y aplicación de la Palabra (Hebreos 5:14).