Muchos creyentes tienen una idea errada sobre las misiones y la Gran Comisión. Es verdad que no todos estamos llamados al campo misionero, pero también lo es que todos tenemos la responsabilidad de llevar el evangelio a todas las naciones.
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, Marcos 16:15
Algunos de nosotros vamos. El resto, deben ocuparse por los que van al campo misionero.
Si los misioneros no pueden contar con creyentes fieles que oren por ellos y los apoyen económica, emocional y físicamente, no hay nada que puedan hacer. Esa es la única forma en la que todos cumplamos con nuestra parte en la Gran Comisión: algunos van, otros oran por los que van y otros apoyan económicamente a los que van.
Una de mis mayores luchas en el campo misionero es el pensamiento de que estamos solos. No lo estamos, lo sé, pero hay días en los que no puedo evitar sentirme muy sola y pensar que nadie se preocupa por mí o por mi familia. Y entonces, Dios lo hace de nuevo: recibimos una nota de ánimo, un email o un paquete que me recuerda que Dios mueve a Su pueblo para ayudar a los misioneros en los días en los que piensan que no le importan a nadie. Siempre lo hizo, siempre lo hará.
¿Qué podemos hacer para involucrar a nuestros hijos (y a nosotras mismas) en misiones? Te dejo algunas sugerencias:
Ora por misioneros. ¿Conoces algún misionero? ¿Apoya tu iglesia algún misionero? Ora por ellos, pídeles que te envíen sus cartas de compartir y léelas junto a tus hijos. Oren juntos como familia por ellos. Puedes pedirles que te envíen algunas fotos también y ponerlas en la nevera o en algún lugar visible para que puedan orar por ellos de manera regular.
Escríbeles una carta o un email. Hay lugares en los que no funciona el correo postal, pero en casi cualquier lugar del mundo puedes encontrar una conexión a internet. Tus hijos pueden escribirles notas, hacerles tarjetas o algún dibujo. Sin duda esto pondrá una sonrisa en la cara de ese misionero.
Envíales un paquete. Es más fácil (y más barato) si hay servicio postal. No puedes hacerte una idea de cuántas cosas “normales” no se pueden encontrar en algunos lugares. Cosas simples de todos los días como jabón, medias, pilas, libros y colores para los niños siempre son bienvenidos. Que tus hijos escojan algo especial que les gustaría enviarles.
Si no tienes oportunidad de enviar nada, ve haciendo un paquete para cuando los misioneros regresen a casa. Involucra a tus hijos en el proceso. Pueden revisar sus libros o sus juguetes y compartirlos con los hijos de la familia misionera (si los tienen).
Saca un mapa y escoge un país por semana para orar por los misioneros que sirven en ese país (aunque no conozcas sus nombres, Dios sabe por quién estás orando). Busca información sobre el país por el que están orando y oren durante la semana. ¡También aprenderán algo de geografía!
Cuando haya misioneros visitando tu iglesia, habla con ellos e invítalos a comer o a tomar un café. Si tienen hijos, pídeles a tus hijos que jueguen con ellos. Estos viajes son especialmente duros para los niños. Extrañan su hogar y sus amigos y no están totalmente acostumbrados a cómo funcionan las cosas en su país de origen.
Pide a tus hijos que ahorren algunas monedas y las pongan en una alcancía familiar para enviar una ofrenda a los misioneros por los que están orando. No tiene que ser una gran cantidad… las ofrendas que se hacen con el corazón son maravillosas y se aprecian enormemente.
Llámalos por teléfono o haz una video llamada para interactuar con la familia misionera.
Hay muchas cosas que podemos hacer para involucrarnos en misiones. Y si lo hacemos como familia y también involucramos a nuestros hijos, estaremos criando una generación preparada para ir al campo misionero, orar y apoyar económicamente a los que vayan. Estaremos criando una generación que se preocupe por la evangelización de todo el mundo.