Eli Black dirigía una empresa valuada en 2 mil millones de dólares desde su oficina en el piso 44 del edificio Pan Am en Mahattan, en la ciudad de Nueva York.
Durante el año 1974, las grandes empresas del país sufrieron graves pérdidas y, al parecer, la empresa que el señor Black manejaba había sobrevivido. Sin embargo, el 3 de febrero de 1975, Eli Black rompió el vidrio de su oficina y se lanzó al vacío desde el piso 44 sin dejar ninguna explicación.
Eli Black era rabino de la décima generación y su suicidio suscitó preguntas que tenían que ver con él y su vida personal. Por ejemplo, ¿Puede sobrevivir un hombre con elevadas normas morales en un mundo de las finanzas que constantemente exige aumentos de las ganancias?
El señor Black no vio otra alternativa que la de suicidarse, al no poder conciliar la norma ética de su educación rabínica con la norma del “fin justifica los medios”, que es la norma que domina el mundo de los negocios el día de hoy.
Como él, todos nosotros –ejecutivos, empleados, amas de casa– estamos constantemente tentados a cambiar la verdad a nuestro favor. A menudo sabemos qué debemos hacer, pero encontramos difícil resistir lo que hacen “todos los demás”. Especialmente, si el ser honesto me va a llevar a perder plata. Por eso todos necesitamos guías para hacer lo correcto.
La Biblia ofrece un fundamento para tomar decisiones éticas. La piedra angular de este cimiento puede encontrarse en los diez mandamientos en general, y especialmente en el segundo que dice: “No hurtarás” y “no codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
En los diez mandamientos encontramos que Moisés nos entrega leyes de responsabilidad, restitución y justicia. Esta ley gobernaba la ética de los negocios y las relaciones. Exigía integridad, asegurando a la persona que podía depender de aquellos con quienes trataba. Eso es esencial para la prosperidad de los pueblos, dice Francis Fukuyama en su libro “Trust”.
Jesús agrega en el Nuevo Testamento otra dimensión. Él establece una ética que no se preocupa exclusivamente de la legalidad de un acto, sino que también considera el motivo e impacto sobre el prójimo. Por ejemplo, puede ser perfectamente legal que uno venda su casa sin decirle al posible comprador que tiene un problema que no se ve a simple vista. Sin embargo, de acuerdo a lo que Jesús nos enseña, la ética cristiana exige que se le cuente al posible comprador toda la información, porque la gente, es mucho más importante que las cosas... desde el punto de vista Divino.
Recientemente una amiga compró un auto que en verdad no podía pagar. El astuto vendedor la convenció de llevárselo porque “ella se lo merecía”. Sin embargo, después de tres meses de vérselas negras, regresó el auto solo para encontrarse con que había perdido más de diez mil dólares en el valor del auto. Este vendedor hizo su venta, cobró su comisión sin importarle el tremendo problema que esta pobre mujer iba a tener. Eso puede ser legal, pero es completamente inmoral.
Hoy en día vemos cada vez más ejemplos de empresarios que sólo buscan sacar mayores ganancias sin importar el daño que se le hace al pueblo en general.
Entonces, en tus decisiones de negocios y personales, aplica los principios de la Biblia que son claros, transparentes y que no sólo te protegen a ti, sino también a tu prójimo.