“Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado por el nombre de Jehová” – 1 Samuel 20:42
En esos momentos oscuros, difíciles y dolorosos Dios nos bendice con los mejores y más dulces amigos, los que nos ayudan a soportar la situación que estamos atravesando. Amigos que se convierten de manera tangible en los pies y manos de Jesús. Amigos que literalmente nos abrazan, nos ofrecen palabras de ánimo en medio de nuestro quebrantamiento, nos ayudan a sentirnos amadas.
¡Ohhh, el poder tan increíble que tienen los buenos amigos en el momento oportuno!
Lo sé, porque ha sucedido en mi vida. Uno de los beneficios de hacerme mayor es que he podido ver la mano de Dios en cada año que pasa. Veo cómo la gracia y el amor de Dios se ve tejida en mi historia, que al final es Su historia.
Mis padres se divorciaron cuando estaba en el tercer año de la primaria. En ese año mi mamá, mi hermano y yo nos mudamos a una comunidad de granjeros en Indiana para comenzar de nuevo. En ese momento me sentía alejada de Dios y mi vida estaba un poco destrozada, pero Dios estaba escribiendo una historia hermosa de redención – aunque yo no lo sabía todavía. Durante un año entero viví en la calle de enfrente de Whitney y su hermosa familia. Su hermana menor, Stephanie, y yo nos convertimos en las mejores amigas; jugábamos con nuestras muñecas, soñábamos juntas sobre lo que sería nuestro futuro, nos arreglábamos el cabello (los estilos de la última moda en los ochenta, por supuesto... ¡lo que indicaba el uso de mucha laca!).
Inconscientemente en medio de esos días difíciles y comunes del cuarto año de escuela, Dios estaba construyendo, cultivando, moldeando una amistad que duraría por décadas.
Algunas veces en nuestras vidas queremos que los días sean más fáciles. Queremos esos días sin dolor. Queremos vivir en la tierra como si ya estuviéramos en el cielo. Pero no estamos en el cielo todavía y vivimos en un mundo caído y pecador. Vivimos en un mundo lleno de dolor, angustia y remordimientos. Pero Dios, en Su misericordia y gracia, suavemente va tejiendo esas historias de redención, de segundas oportunidades y de perdón en nuestras vidas ,por medio de las amistades que Él misericordiosamente nos da.
Una de las historias más poderosas de amistad es la de David y Jonatán.
“Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre. E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo. Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte” – 1 Samuel 18:1-4
“Las expresiones de amor y amistad que muestra Jonathan para con David nos permite ver uno de los retratos más hermosos del pacto en la Palabra de Dios.” – Beth Moore
Este pacto tan hermoso tiene tres partes: visual, sacrificial y simbólico.
Visualmente – Jonatán fue generoso con David al entregarle su manto, su túnica y sus armas.
Sacrificialmente – Jonatán le dio el trono a David, lo que le pertenecía legalmente. Jonatán quería lo que Dios quería, incluso si eso significaba que él no fuera el escogido para liderar la nación. Jonatán sacrificó su posición, su derecho y sus sueños cuando le quitaron su túnica y se la pusieron a David.
Jonatán pudo haber sido como su padre, el Rey Saúl, y pelear en contra del plan de Dios. Él hubiese podido quedarse con la posición, ya que era el heredero al trono. Él se hubiese podido poner celoso de David y de la bendición que Dios ponía sobre David. Él hubiese podido… pero no lo hizo.
Ohh, qué sería del mundo si todos nos sometiéramos a la voluntad de Dios para nuestras vidas, en vez de estar peleando por nuestros derechos. Por nuestros deseos. Nuestras maneras.
Nuestras vidas no son para nuestra propia Gloria, sino para la Gloria de Dios. Algunas veces nos olvidamos de eso, pero Jonatán no lo olvidó.
Simbólicamente – Jonatán simbólicamente le dio a David sus armas para mostrarle que él haría lo necesario para protegerle y garantizar que él llevaría la corona que Dios le había prometido que llevaría.
En Jonatán vemos a un hombre que amaba a Dios más a que a sí mismo. Él voluntariamente se sometía a la voluntad de Dios y apoyaba a David incondicionalmente. Necesitamos más “Jonatáns” en este mundo.
Qué ejemplo tan hermoso de amistad verdadera podemos observar entre Jonatán y David.
Pero mucho más maravilloso es el amigo que encontramos en Jesús. Él dejó Su trono celestial y vino por nosotras, porque Él nos ama. Él sacrificó más que un título o una posición; Él sacrificó Su vida para que tuviésemos perdón de nuestros pecados y sanación de nuestros dolores, angustias y remordimientos. Él vino a redimirnos.
¡Y nos ha redimido! Esa amistad de mi cuarto año de primaria, que comenzó hace más de 30 años, en un lugar de dolor, temor y hecho pedazos, se convirtió en una hermosa y duradera amistad… y los resultados de esta amistad ¡han incluso tocado tu vida!
Stephanie y yo seguimos siendo amigas, incluso cuando mi mamá se volvió a casar y se mudó para otro estado. Por muchos años hemos mantenido el contacto - íbamos a las fiestas de graduación, estuvimos en nuestras bodas y nos hemos visitado cuando nuestros hijos han nacido.
De mi amistad con Stephanie pude estar en contacto también con su hermana Whitney con quien también tengo una hermosa amistad y quien también tiene sus escritos aquí en Ama a Dios Grandemente.
¡Ohhh amigas! No sé por lo que estás pasando en estos momentos, pero quiero animarte con esto: Dios puede redimir tu situación y crear una historia maravillosa de lo que estás pasando. Nunca en mis sueños más locos me imaginé que junto a Whitney estaríamos trabajando para animar a tantas mujeres alrededor del mundo a leer la Palabra de Dios.
Nunca en mis más remotos sueños imaginé que junto a mi amiga Stephanie estaríamos sirviendo y atendiendo en mi hogar a mis dulces traductoras de diferentes partes del mundo.
¡Dios es tan bueno!
Él escribe mejores historias para nuestras vidas, mejores que las que nos podamos imaginar.
Confíale hoy tu historia. Te aseguro que Él traerá belleza de las cenizas (Isaías 61:3).
Por Ángela Perritt