“Porque si alguien viene y predica a otro Jesús, a quien no hemos predicado, o recibís un espíritu diferente, que no habéis recibido, o aceptáis un evangelio distinto, que no habéis aceptado, bien lo toleráis” – 2 Corintios 11:4
“Jesús” es popular con la gente hoy. No solo hay millones de personas que se profesan cristianas, sino que todo el mundo tiene una opinión y percepción sobre Jesús. A la vez, el comportamiento de la gente te deja ver que el Jesús que profesan no es el de las Escrituras.
La vida de Cristo fue una vida totalmente entregada a Dios Padre, con la meta de cumplir lo que el Padre quería. Fue también una vida totalmente entregada a servir a otros. Jesús el hombre nunca hizo nada para su beneficio sino para el del prójimo. Sin embargo, en la época que vivimos, el hombre es considerado como el centro del universo. Por tanto, nuestra cultura no aprecia la realidad de que somos humildes criaturas de un Dios poderoso y soberano.
Los que enseñan que como “ya que somos hijos del Rey, entonces deberemos ser ricos y no sufrir” son parte de esta misma mal interpretación. Cristo mismo dijo a sus discípulos, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24-25).
El que mi meta en acercarme a Jesús sea el no sufrir o la comodidad, en vez de amor por Él, es una manifestación de un corazón egoísta. Si este es el caso, Dios existe para servirme a mí, y no yo para servirle a Él. Desafortunadamente, estas personas quieren que Cristo entre en los parámetros que ellos ya han desarrollado y nada, incluyendo las mismas palabras de Jesús, pueden convencerlos de lo contrario. Les es necesario nacer de nuevo.
La importancia de la verdad
“Tú puedes tener tu verdad, y yo tengo la mía, y así no hay problemas”, enseña la cultura de hoy. Como Cristo vino para testificar de la verdad (Juan 18:37), la meta de Satanás es prevenir que las multitudes pueden verla (2 Corintios 4:4), y su manera de hacerlo es hacer la verdad relativa. El evangelio está basado en la verdad autoritaria anclada en Cristo, y uno no puede tomar y dejar lo que quiere creer como en un buffet. La realidad evidente es que solamente una verdad puede existir: la verdad siempre excluye la mentira.
Lamentablemente, esta mentira se ha infiltrado en la iglesia evangélica. Cuando enseñamos al Jesús de la Palabra y denunciamos las mentiras que se enseñen sobre Él, entonces se nos acusa de intolerantes. Por definición ser tolerante es soportar los opiniones de otros que son diferentes a la propia, pero esto no implica que las ideas equivocadas tienen el mismo valor que la verdad. La astucia de Satanás en el sistema del mundo es enseñar que, como no hay valores absolutos, ¡no se puede tolerar la exclusividad! Y si no se tolera, entonces nunca podrán conocer la verdad.
Jesús en el centro
Como se enseña que somos el centro del universo, entonces sentimos que todo gira alrededor de nosotros. Aun los cristianos se confunden, tratando a Jesús como nuestro igual. Él pasa de ser un Dios soberano y transcendente a ser nuestro genio, cuyo propósito es darnos todos nuestros deseos. Y si no recibimos lo que queremos, podemos buscarlo en cualquier forma porque Dios entiende nuestras necesidades y, como Él es amor, Él perdona todo. No hay duda que Dios es amor (1 Juan 4:8) pero Él no es solamente amor, Él es santo, sabio, justo y celoso, y Él no compartirá su deidad con nadie (Éxodo 34:14).
Hoy muchos siguen tratando a Jesús cuando necesitan algo, como si Él fuera un bebé que nunca creció. Sí, Jesús entró al mundo como un bebé indefenso, vulnerable, y dependiente. Pero esto no es lo que Él es hoy. Él realmente es el Rey de reyes y el Señor de señores (Apocalipsis 19:16), y es inmanejable e incontrolable. Él es el centro del universo, no nosotros.
Las cosas en orden
La gran noticia es que Dios está dispuesto a perdonarnos. El Dios poderoso se hizo hombre y se humilló hasta la muerte, por pecadores como tú y yo. Creemos la verdad del evangelio para entrar a la familia de fe, y creemos en el evangelio para caminar en fe y reorientar nuestras prioridades. Nuestro deber entonces es arrepentirnos y Él escuchará: “y si se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra”, 2 Crónicas 7:14. Sin arrepentimiento, no hay cabida para el Espíritu Santo, y si Él no mora en nosotros, entonces no somos hijos.
Para que podamos tener un impacto en nuestra cultura tenemos que creer en el Jesús de la Biblia, y no aquel que hemos fabricado en nuestras mentes. Jesús prometió, “El que cree en mí, COMO HA DICHO LA ESCRITURA: ‘De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva’” – Juan 7:38. Él es el agua viva (Apocalipsis 21:6) y Él es quien hace la obra (Juan 15:5).
Recuerde: un día nos encontraremos frente al trono de Dios y Él juzgará nuestras obras. No queremos estar entre aquellos que dicen “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”, Mateo 7:22-23. Ellos conocían a un “Jesús”, pero no al verdadero Jesús. ¿A cuál conoces tú? El que tiene oídos, que oiga (Mateo 11:15).