“Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” – Colosenses 3:15
Mientras más estudio la medicina conjuntamente con la Biblia, me resulta cada vez más evidente la sabiduría de nuestro Dios. Muchas personas ven el conocimiento de la medicina separado de la Palabra; sin embargo, Dios, como Creador, es el Único que sabe a cabalidad cómo funcionamos y, por ende, solo Él conoce cómo prevenir o arreglar lo que funciona mal en nosotras. La falta de gratitud es una de esas áreas de mal funcionamiento común en todas. En este artículo quiero mostrar cómo la gratitud nos ayuda no solo espiritualmente, sino también emocional y hasta físicamente.
En Colosenses capítulo 3 Dios manda a destruir las obras de la carne que constituyen las formas en que vivíamos antes de venir a Cristo y luego enseña cómo debemos vivir por ser nuevas criaturas. El versículo 15 termina con la frase “y sed agradecidos”. Si leemos el capítulo superficialmente tendremos la impresión de que esta frase fue añadida, como “por cierto, se me olvidó”, llevándonos a concluir erróneamente que está fuera de lugar, a menos que comencemos a meditar en lo que Pablo escribió.
El hecho de que él lo mencione justo después de ver lo que éramos y quiénes somos ahora, hace obvio que Pablo nos recuerda que todo lo que somos es por la gracia de Dios. Los versículos 16 y 17 lo confirman porque de nuevo enfatizan que como nuevas criaturas debemos tener gratitud en todo lo que hacemos. ¿Y por qué? Porque estábamos muertas en nuestros pecados y delitos y por gracia Dios nos salvó (Efesios 2:8). Éramos enemigas de Cristo y por la obra de Jesús en la cruz, ya somos coherederas con Él. Y todo esto es por la misericordia de Dios y no por algo que hayamos hecho (1 Corintios 4:7).
Luego de ser llamadas y redimidas, el Espíritu Santo mora en nosotras dándonos la mente de Cristo. Jesucristo hizo lo que éramos incapaces de hacer, y tal entendimiento, además de llenar nuestro corazón con amor y gratitud hacia a Él, nos humilla, colocándonos en la posición correcta ante un Dios tres veces Santo.
La gratitud es la esencia de un corazón cristiano porque reconocemos que somos criaturas, finitas, redimidas y sostenidas solamente por la gracia de Dios. Nosotras ni siquiera pudiéramos amar a Dios si no fuera porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19). Este reconocimiento de nuestra incapacidad es lo que abre la fuente de gracia y poder en nuestras vidas.
Santiago 4:6 nos recuerda “Él da mayor gracia. Por eso dice: DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.” Y tal reconocimiento no es solamente una fuente de Su gracia sino también ¡de Su poder! Como vemos en 2 Corintios 12:9 “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.”
El conocimiento mundano se opone a la sabiduría de Dios. El mundo nos dice que tenemos que aumentar nuestra autoestima para sanarnos de nuestras inseguridades y que debemos demostrar lo que sabemos e imponer nuestras ideas para tener poder, mientras que Dios dice que reconocer nuestra incapacidad es lo que trae el poder de lo alto sobre nosotras. Y ésa es precisamente la razón por la que tenemos un mundo lleno de personas inseguras y emocionalmente en bancarrota. Cuando aceptamos nuestra debilidad y damos gracias a Dios, Él se hace fuerte en nosotras y sana nuestras emociones.
Existen algunos estudios realizados con estudiantes universitarios en los Países Bajos que demostraron que dar acciones de gracias aumentaba las emociones positivas en los estudiantes. Y otro estudio de la Universidad de Northeastern en Estados Unidos demostró que la gratitud no solamente aumentaba la felicidad sino también la esperanza. Aunque el mundo nos dice que aceptar nuestras debilidades nos dirige a la derrota. Dios sabe lo que hace y por esto Él dice “yo sé los planes que tengo para vosotros"--declara el SEÑOR--"planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11).
Ya vimos cómo, espiritualmente, la gratitud nos coloca en una posición donde Dios nos deja experimentar Su presencia, a la vez que nos llena de gozo, de amor, de paz y de poder; también observamos cómo el Espíritu Santo nos sana emocionalmente de nuestras inseguridades cuando nos guía, nos moldea, nos corrige y nos utiliza.
¿Cómo la gratitud nos ayuda físicamente? Hay muchos estudios por medio de resonancias magnéticas funcionales donde se han demostrado cuáles son las áreas cerebrales utilizadas cuando sentimos gratitud, y cómo las mismas están localizadas en zonas de recompensa, es decir, que no solamente la persona se siente mejor, sino que aumenta su deseo de compartir y ayudar a otros.
Un estudio en la revista de Personalidad y Diferencias Individuales (en inglés, Journal of Personality & Individual Differences) publicado en 2015, demostró que las personas con mayor nivel de gratitud tenían niveles más altos de bienestar personal, más satisfacción con la vida y menores niveles de angustia psicológica. Hay otros estudios que demuestran que las personas agradecidas sufren menos de depresión, tienen menos infartos miocárdicos y hasta se les mejora el fallo cardiaco.
Dios es el Creador y, como tal, no solo es el Único que entiende la función fisiológica de cada una de nosotras, sino que Él es bueno (Salmo 34:8) y quiere lo mejor para nosotras. Dios orquesta todo lo que nos ocurre (Efesios 1:11), y porque somos Sus hijas, Él usa todo para nuestro bien (Romanos 8:28), entonces aún en los tiempos difíciles podemos confiar en Él y “dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18).
A través del apóstol, Dios dice en 2 Pedro 1:3 “Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.” Cuando obedecemos a Su Palabra Él se manifiesta (Juan 14:21) a nosotras y Su sabiduría se hace cada vez más evidente.